Skip to main content

Viendo las caídas de mercado de estos días cada vez estoy más convencida que, como asesor, cuanto más hayas conseguido formar a tu cliente, y mejor haya entendido qué es la volatilidad y el valor que aporta una cartera bien construida (buscando maximizar la rentabilidad en términos de riesgo), mejor será para él, porque será un poco más fácil que no tome decisiones precipitadas en los peores momentos de mercado.

Pero no solo hay que formar a los clientes en mercados financieros, se debería asesorar en qué parte de su patrimonio debe asumir riesgo de mercado y para ello una planificación previa es fundamental.

¿Cómo realizar una planificación?

Con una buena planificación, teniendo en cuenta el patrimonio global (patrimonio inmobiliario, patrimonio financiero, participaciones empresariales, etc.), podremos ser capaces de analizar con el cliente, qué parte del mismo tiene que ubicar en los mercados financieros para lograr sus objetivos.

En función de su edad, su forma de vivir, su situación familiar, sus impuestos y sus deseos podrá ser una cantidad u otra. Y creo, que igual de importante es destinar la parte necesaria al mercado, como dejarse un colchón de seguridad en unos activos con muy poco riesgo y muy líquidos que, aunque se pague un precio por ello (poca rentabilidad).

Te permite evitar tener que vender la cartera con riesgo de mercado en el peor momento (como puede ser uno de éstos que estamos viviendo a día de hoy).

Importancia de la planificación financiera

Herramienta de planificación

Una buena herramienta de planificación debería ser capaz de ayudarte a cumplir tus objetivos, que no siempre tienen que ser batir al mercado, sino cubrir tus necesidades primero y satisfacer tus deseos después.

Haciendo un primer estudio de la situación patrimonial y financiera actual del cliente, se podrá visibilizar las fortalezas y debilidades de su situación y trabajar de forma conjunta para gestionar dicho patrimonio de una forma más eficiente.

Nos encontramos con situaciones en las que el patrimonio ilíquido (inmuebles, negocios, etc..) tienen un peso demasiado elevado en el patrimonio global y que como son más difíciles de vender, hacen que tengamos que disponer de la cartera líquida antes de tiempo y en el peor momento (Ley de Murphy).

Ese equilibrio entre colchón de seguridad, cartera gestionada con riesgo de mercado, y activos ilíquidos es el primero que habría que buscar para conseguir la paz mental y lograr nuestros objetivos vitales.

A largo plazo

Además, esa planificación no debería ser un ejercicio único, porque esa distribución de esos tres bloques variará a lo largo del tiempo, en función de:

  • La edad y del patrimonio disponible del cliente.
  • Por otro lado, esa recurrencia en el seguimiento nos ayuda a comprobar si estamos cumpliendo los objetivos, tanto de rentabilidad, como de ahorro e inversión y poder ir ajustando y adaptando dicho patrimonio a nuestras necesidades.

¿Próximos retos?

El mayor reto que tenemos, la mayoría de las veces, es que sabemos que en algún momento de nuestra vida vamos a tener un gap entre ingresos y gastos, que vamos a tener que “financiar” de alguna forma.

En España hay mucho miedo a enfrentarnos a una situación que no queremos ver: nuestro nivel de vida tenderá a empeorar si solo dependemos de que el Estado nos mantenga a futuro.

Por lo tanto, cuanto antes hagamos este ejercicio, y antes tengamos claro dónde están nuestras prioridades, más fácil será elaborar ese plan que nos marcará el camino que debemos recorrer para cumplir nuestros objetivos.

 

Leticia Silva Allende
Asesor Financiero Independiente de Diaphanum Valores en Madrid.

¿Necesita más información?

Rellene el formulario y nos pondremos en contacto con usted para resolver sus dudas.
Para más información: políticas de privacidad

Lorem Ipsum is simply dummy text of the printing and typesetting industry. Lorem Ipsum has been the industry’s standard dummy text ever since the 1500s, when an unknown printer took a galley of type and scrambled it to make a type specimen book. It has survived not only five centuries, but also the leap into electronic typesetting, remaining essentially unchanged